Rosa Melia Montero. La Chiquita Montero
De las cosas buenas de la vida costeña, está comerse una deliciosa arepa de huevo por la mañana, disfrutar de la mezcla extraordinaria de sabores que alimentan el paladar. En el municipio de Luruaco- Atlántico, encontramos una verraca que ha deleitado a generaciones con su deliciosa arepa de huevo. Ella es Rosa Montero, mejor conocida como Chiquita Montero.
Al parecer hacer arepas es una riqueza heredada de generación en generación, es un don que ha estado aferrado a una familia; Rosa desde los 12 años ayudaba a su madre, quien era el sostén de la familia, es decir, “hace uff! mucho tiempo” como ella misma expresó con la gracia que la caracteriza. En el espacio que ahora habitan, existía solo monte, ella y su madre debían salir a la famosa calle nueva al lado del cementerio para vender las arepas, toda una historia de novela pero muy emprendedora, es de héroes criar una familia con este arte: para Rosa Melia, no es un trabajo, es una vocación, es sin duda su estilo de vida.

Es indispensable decir que el toque secreto de Chiquita para hacer una buena arepa es secreto hasta para ella, pues la esencia es innata, aunque llegamos a la conclusión que es el amor y la dedicación que le pone al momento de mover sus manos; en el municipio muchos hacen arepa, pero la bandera es de esta vieja luchadora que a su gran edad, deja encantados a todos sus clientes con sus manos maravillosas. Nació en 1925 y desde entonces el sazón la acompaña, y es que no hay que describir la diferencia entre las majestuosas arepas que ella hace y las demás, solo hay que sentirla.
Ya heredado el don a sus hijas, María, María del Socorro y Rut Cecilia descansa un poco, sus hijas no quieren que ella frite, pero ¿cómo dejar de hacerlo? si esto es un pedazo de su alma, es su esencia y además, su fanaticada la pide a gritos.
Pasos para una buena arepa por Chiquita Montero.

Cocinamos la mitad del maíz, la otra mitad se pasa por agua caliente y después se unen las dos partes.
Luego se muele (bien molida) y se hace la maza, se prepara con sal para darle gusto.
Se coge una porción y se sigue amasando, para luego aplastarla con una tabla. Debe quedar con el grosor perfecto para que se empoje.
Se echa al aceite y luego se saca para abrirla. Es importante el grosor para que pueda abrir.
Luego se echa el huevo y la carne, de una se regresa al fuego para culminar el proceso y quede sellada la arepa. (entra en juego también el sazón de la preparación de la carne)
Se saca del aceite y se deja escurrir, para luego tener el placer de probar un manjar.

Esta no es una historia de una señora que hace arepas de huevo, esta es la historia que lleva nuestra cultura gastronómica en la sangre y que ha venido pasando de generación en generación, continuado con este legado en sus hijas y posiblemente en sus nietos; quizás antes lo hacían por la necesidad de ganar dinero para el sustento diario, pero es tanto el amor que le tiene a su profesión, que no se vuelve molestia sino un placer fritar arepas para todo el municipio y visitantes. Su aura es regocijante, esta mujer ha luchado para salir a delante ella y sus hijas, las cuales la admiran por sus varias fortalezas, todos en Luruaco la conocen y exaltan ese don maravilloso que alimenta el alma y calma el hambre, después de todo la experiencia no se improvisa.
Por: Miguel Marrugo
Fotografía: Caro Luna