Con La Nota Baja

En una conversación con un gran amigo, ante la pregunta ¿Cómo estás? este me respondió: “con la nota baja” aunque pude entender que con su respuestas me indicaba que no estaba bien emocionalmente, le solicite me explicara que era estar “con la nota baja” y su respuesta fue tal cual lo que yo había entendido. El hecho es que me gusto el termino y de allí en adelante, cuando mis estados emocionales están en descenso, apelo al calificativo “con la nota baja”, ya que de los estudios de música que tuve en mi infancia aun puedo recordar que en algún momento de la tonalidad o melodía, la nota puede subir o como se diría musicalmente, la nota puede ser alta, además, las melodías o canciones que recuerdo haber aprendido eran muy cortas, por lo cual, el tiempo “con la nota baja”, tampoco debería ser demasiado.
En fin…
En mi experiencia como terapeuta el común denominador es que las personas soliciten intervención por psicología por problemas “con la nota baja”. Bueno, seré honesta, nadie me ha dicho, excepto el amigo del que les hablé con anterioridad, que tiene “la nota baja”, pues la verdad es que la gente describe lo que siente tal cual y como lo siente: tristeza, llanto, melancolía, desesperanza, angustia, miedo, indefensión, desasosiego, llegando a tal nivel que hasta el deseo por vivir en algunos casos se pierde y la sombra de la muerte asoma con un deseo manifestado en pensamientos e intenciones de morir, con un pulsar constante en la mente que susurra: matate, no sirves, a nadie le importas, no vales nada, nadie te ama, todos estarían mejor sin ti, ya para de sufrir y matate.
Lastimosamente este tipo de situaciones se presentan generalmente porque se ha gestado por mucho tiempo el problema o situaciones que las personas aquejan y no se ha manejado ningún tipo de intervención para tratar de resolverlos y cuando hablo de intervención me refiero a la búsqueda de soluciones propias. Mucho menos tendemos a buscar la mediación con las personas o situaciones que hacen parte de este, inclusive, no se tiende ni siquiera a involucrar a la familia como estrategia de ayuda u apoyo para resolver este tipo de situaciones, aun cuando se “supone” que estas figuras tan preciadas no hacen parte del problema o situaciones que nos aquejan.
Cuando digo se “supone”, refiriéndome a la familia, lo hago porque la familia debe ser un nido de amor, donde lo más relevante sea cada uno de sus miembros y donde así como las necesidades básicas son la responsabilidad fundamental de la familia, las necesidades de amor, afecto, protección y educación (no me refiero a la educación que se ofrece en una escuela), deben ser realmente la prioridad en todo hogar, además, digo “supone”, porque en la mayoría de los casos atendidos, es en este diminuto nido donde se originan la mayor parte de los problemas o situaciones que en mi quehacer terapéutico he intervenido.

Oka…, siguiendo con la idea de “con la nota baja”, a donde quiero llegar es a la reflexión de ¿porque “la nota se baja”? o técnicamente, ¿Por qué nos deprimimos?
Dentro de todas las razones, motivos o situaciones que nos pueden llevar a estar “con la nota baja”, que existen muchas, entre otras cosas, me centraré en dos aspectos inmensamente relevantes y que considero pueden hacer la diferencia a la hora de prevenir llegar a estar “con la nota baja”. No sin antes aclarar nuevamente, que esta es una síntesis o análisis de la experiencia que como psicóloga y terapeuta he tenido a lo largo de mi quehacer profesional, esto con el objeto de aclarar que respeto lo dicho por el DSM V y todos los grandes autores de la talla de Beck, Seligman y Goleman, entre muchos otros, pero quienes son mis preferidos en la materia y quienes en sus postulados hacen planteamientos producto de sus notables investigaciones y años de experiencia en este tipo de temas. Aclarado lo anterior, prosigo.
La primera de ellas y de la cual ya hable un poco hace un rato es la familia, a quien definí como un nido, ahora bien, ¿cómo es un nido? Pequeño, reconfortante, cálido, satisfactor de necesidades, un espacio de educación y aprendizaje y principalmente de un amor tan incondicional, donde no solo se provee de alimentos, sino que mamá pajarita realiza el trabajo para que la ingesta de estos alimentos sea lo más agradablemente placentera para sus pequeños pichones, inclusive aunque no quede nada para ella.
Con esta analogía describo a la familia perfecta, un hogar no es pequeño por el espacio que se tenga, un hogar es pequeño por el vínculo, por la unión que haya entre sus miembros, entre más estrecho sea, mas unión hay, más se sienten, más se conocen, más se aman.
Es más reconfortante, porque cada miembro tiene su propio espacio, ajustado a su medida y a sus necesidades, donde el sentir de cada uno de sus integrantes es uno solo, es una unidad.
Es cálido porque el amor es energía, el amor es fuego, el amor lo es todo y es esa calidez lo que le da la connotación de familia, de uno.

Es satisfactor de necesidades, no porque sea un compromiso, ¿Qué sabe mama pajarita de compromisos?, mama pajarita no sabe de compromisos, pero si sabe de responsabilidad y una responsabilidad es más que un compromiso, porque una responsabilidad es un valor consciente que te permite actuar de manera consecuente propendiendo por lo más positivo e integral que beneficie no a uno, sino a la unión que les hace familia.
Es un espacio de educación y aprendizaje, en la familia se educa, pero también se aprende, y aquí acuño, aunque no soy rezandera, pero si amante de la sabiduría, lo escrito en uno de los libros más sabios del mundo: “El hogar sigue siendo la ESCUELA DISEÑADA POR DIOS para la formación e instrucción de la familia. Dt. 6:6-9. 1° Sm. 1:19-28”.
Mis preciados lectores, muchos pensaran que acabo de describir un cuento de hadas o tal vez uno de ciencia ficción, porque bien se, que este tipo de familia, este tipo de hogar, hoy en día se aparta mucho de la realidad, no solo de los hogares que están fuera del nuestro, sino de lo que es nuestro propio hogar, por ello la invitación es individual, a reconstruir, a cambiar, a transformar lo que hoy tenemos como hogar, como familia. No te insto a que transformes los hogares de otros, uffff… no imaginas lo pesado que esa tarea puede ser.
Has la tarea como en los tiempos de antes, “tarea en casa”, con ello te digo, ni siquiera involucres o convides a tu familia, y pensaras ¿Cómo mejorar o transformar mi hogar, mi familia si no los convoco? Tu cambio solo basta, con una sola persona que dé el primer pasó, recargado del inmenso amor que como familia los formo, será el inicio para que todo pueda ser posible, no importa que miembro de la familia seas, si eres hijo, padre o madre, abuelo, tío, sobrino, inclusive primo; lo que importa son las ganas, lo que importa es la motivación, es la fuerza con la que lo hagas, desees e inclusive sueñes, no olvides que todo lo grande inicio por algo tan pequeño como un sueño y tampoco que en un hogar sobrecargado de amor, literalmente JAMAS habrán miembros “con la nota baja”.
Pero bueno, te dije que te hablaría de dos aspectos y también te dije que me encantan los libros con sabiduría, por eso para este segundo punto traigo a colación un libro que hace parte de la sabiduría Tolteca, escrito por Miguel Ruiz y que se titula “Los Cuatro Acuerdos”, libro que por cierto les recomiendo, pienso es un manual para ser felices, de este libro, para el propósito en cuestión resaltare el tercer acuerdo “No Hagas Suposiciones”, que básicamente nos instruye sobre el hecho de tender a hacer suposiciones y a sacar conclusiones sobre todo. El problema es que al hacerlo creemos que lo que suponemos es cierto y montamos una realidad sobre ello. Y no siempre es positiva o está guiada por la confianza o el amor, sino más frecuentemente por el miedo y nuestra propia inseguridad.
Por ello, refuerza Ruiz, "La manera de evitar las suposiciones es preguntar. Asegúrate de que las cosas te queden claras... e incluso entonces, no supongas que lo sabes todo sobre esa situación en particular", insiste Miguel Ruiz, en última instancia y si te dejas guiar por la buena voluntad, siempre te queda la confianza... y la aceptación.
Y le apoyo muchísimo más a Ruiz en la siguiente reflexión:
"No hay razón para sufrir. La única razón por la que sufres es porque así tú lo decides. Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida. Lo mismo es aplicable a la felicidad. La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento".
Termino con esto, que “la nota esté baja” es completamente normal en la medida en que podamos controlar su grado de intensidad y aunque haya miles de razones o motivos por los cuales tu supongas estar “con la nota baja”, la única realidad es que esa ha sido tu elección, porque siempre, siempre, siempre, la melodía cambia de tonalidad o inclusive, tú tienes el poder de colocar una melodía diferente.
Por: Tania Margarita Sarabia Quintero
Psicóloga Clínica